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Liliana Arturo

Me quedé allí sentado, con las manos aún aferradas al volante, los ojos fijos en el brillante G-Wagon negro como si fuera a hacer el primer movimiento.

No lo hizo.

No se abrió ninguna puerta. No se bajó ninguna ventana. Solo estaba allí, en silencio, bloqueando la carretera como una maldita barric...