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No eres mi jefe

El sonido de la puerta del dormitorio cerrándose de golpe fue como un disparo en el silencio.

Sí. Se había ido.

Bien.

Al menos eso es lo que me decía a mí mismo.

Exhalé por la nariz y me quité la toalla de la cintura, entrando en la ducha sin pensarlo dos veces. La lluvia golpeaba mi piel en ráf...