




Capítulo 1- El contrato
PERSPECTIVA DE HARDIN
—Sí, Vera, ya estoy levantado, ya voy camino a la oficina —le dije a mi mejor amiga mientras me levantaba rápidamente de la cama.
—¿Por qué tengo la sensación de que acabas de levantarte, Hardin? —preguntó, y estaba a punto de responderle cuando fui interrumpido.
—Cariño, no encuentro mi ropa interior roja, ¿dónde la tiraste? —¿Podría esta mujer callarse? Justo cuando pensaba que mi mentira iba a colar, apareció de la nada para arruinarlo.
La mirada que le di la hizo callar al instante y corrió al baño.
—Pobre chica, si supiera que ayer había otra chica llamándote "cariño" —dijo Vera y me reí.
—Pero en serio, Hardin, ¿por qué sigues en casa? Pensé que dijiste que hoy pasaba algo importante en la oficina —preguntó.
—Bueno, me distraje y además el Sr. Miller me pidió que lo viera en su casa, que quería discutir algo conmigo —dije mientras caminaba hacia el baño.
—Me pregunto de qué querrá hablar —dijo.
—Eso es lo que voy a averiguar —dije mientras tomaba mi cepillo de dientes y le ponía pasta, pero no empecé a cepillarme de inmediato.
La rubia que traje a casa anoche, no recuerdo bien su nombre, salió de la ducha y caminó hacia el dormitorio. Ya debería estar fuera de mi casa.
Tenía una debilidad por las rubias, era como si estuviera obsesionado con las mujeres de cabello rubio.
—¿Se va a jubilar pronto, verdad? —preguntó Vera y escuché el sonido de una llave, como si estuviera abriendo una puerta. Tenía la sensación de que ya estaba en la oficina, siempre llegaba temprano.
No me malinterpretes, soy un trabajador muy dedicado y diligente, mi puesto es de asistente personal del CEO, el Sr. Miller, y él puede dar fe de que soy su mejor empleado.
—Sí, lo está. Creo que su hija tomará el relevo, el pobre hombre ha trabajado duro toda su vida, perder a su hijo fue un gran golpe para él, pero se las arregló bastante bien.
—Sí, es un hombre fuerte, jubilarse a los sesenta no es fácil —dijo.
—No puedo imaginar el dolor por el que tuvo que pasar, después de trabajar tan duro para que su hijo tomara el relevo, su hijo tuvo que morir, pobre hombre —dije mientras empezaba a cepillarme.
—Tengo que irme, Hardin, nos vemos luego —dijo.
—Está bien —murmuré con el cepillo en la boca antes de escupir la espuma.
—Cuídate.
—Vale —dijo antes de que terminara la llamada y dejara mi teléfono en el mostrador del baño.
Después de cepillarme, me metí en la ducha y me lavé antes de envolver una toalla alrededor de mi cintura y salir del baño con el teléfono en la mano.
—¿Por qué sigues aquí? Ya deberías haberte ido —le pregunté a la rubia con un toque de molestia.
—Pero no puedo irme así, cariño, dijiste que me ibas a llevar —dijo y no pude evitar poner los ojos en blanco.
Solo porque tuvimos sexo, de repente piensa que es especial, llamándome "cariño" por aquí y por allá.
Estaba loca.
La ignoré mientras caminaba hacia mi armario para vestirme.
Decidí ponerme un traje negro, camisa azul cielo y zapatos de cuero negro, luego elegí una corbata, definitivamente no una corbata negra.
Cuando terminé de vestirme, me peiné y me eché perfume antes de agarrar la llave del coche y salir del armario.
—He llamado un taxi para ti, dale tu dirección, no me importa a dónde demonios te lleve —dije sin emoción mientras comenzaba a caminar hacia la puerta.
—Pero pensé... pensé... —¿Pensaste que te iba a llevar a casa? Pensaste mal.
—¿Vas a venir o quieres que te encierre aquí? —le pregunté y ella inmediatamente comenzó a caminar hacia la puerta con el ceño fruncido, como si me importara.
Me subí a mi Bentley negro y conduje hasta la mansión de Miller.
La puerta se abrió para mí y no necesitaron hacerme más registros porque vengo aquí casi todos los días.
Aparqué mi coche frente a la casa y entré.
—Él te está esperando en su estudio —dijo una de las sirvientas en cuanto me vio y asentí mientras me dirigía al estudio.
Llegué allí y encontré al Sr. Miller ocupado detrás de su escritorio. Para ser un hombre de sesenta años, ciertamente tiene mucha pasión por seguir trabajando.
—Buenos días, señor —dije mientras levantaba la cabeza para mirarme.
—Hardin, me alegra que hayas venido —dijo mientras me hacía un gesto para que tomara asiento.
—¿Sabes que pronto me jubilaré? —preguntó, yendo directo al grano, y asentí.
—Mi hija va a tomar el relevo y sé que muchas cosas van a cambiar y habrá alborotos. Ya hay muchas oposiciones rechazándola como CEO, pero mi decisión ya está tomada —dijo.
Todavía no entendía cómo me concernía todo lo que acababa de decir, pero no lo cuestioné, solo escuché.
—Has sido uno de mis empleados de confianza, mejor dicho, eres mi empleado de confianza, como mi asistente has hecho un trabajo perfecto —dijo.
—Gracias, señor —dije asintiendo.
—Por eso necesito que me hagas un favor —dijo y lo miré confundido sobre lo que querría de mí.
—Necesito a alguien en quien pueda confiar al lado de mi hija, la gente va a ir en su contra y tratará de encontrar fallos en todo lo que haga, pero con alguien como tú para ayudarla, las cosas serían mejores para ella —dijo.
—¿Cómo quiere que la ayude, señor? —pregunté.
—Aquí... —dijo mientras abría su cajón y sacaba un documento.
—He preparado un contrato para ti, uno nuevo, revísalo y ve si es algo que te gustaría. Fírmalo y tráemelo cuando hayas tomado tu decisión.
Empujó el documento hacia mí y lo recogí, pero mis ojos se abrieron de par en par al ver lo que decía.
—¿Quieres... quieres... —