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—¡Vaya, Leila! —digo entre risas, agradecida por su efusiva bienvenida y su repentina distracción. Me suelta y agarra mis manos, saltando emocionada, y alcanzo a ver a Jake observándonos, su expresión inmutable y su lenguaje corporal rígido.

—¡Te he echado millones de menos! Los correos electrónico...