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—¡Señor Martin! —grita Susan desde atrás. —¡Señorita Thompson, siéntese!

Pero sus palabras no me afectan, y la habitación casi se desvanece en cámara lenta cuando de repente me lanzo a sus brazos. Él me besa, y yo lloro mientras le rodeo con mis brazos y le devuelvo el beso.

Él se aparta, esos ojo...