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—Jesús, Ellie —gruño. Me acerco a ella, atraído irremediablemente, y seguro de que nada en el maldito mundo podría detenerme ahora. Mis manos se deslizan desde la madera de la escalera hasta sus piernas, y siento cómo tiembla al contacto de mis manos sobre su piel suave y cálida.

Me acerco aún más,...