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Asentí, jadeando mientras hacía lo que él pedía.

—Abre las piernas. Buena chica.

Su profunda voz resonó en mí, haciéndome temblar.

—Inclínate.

Gemí en silencio, obedeciendo. Lentamente, me incliné por la cintura, sonrojándome mientras lo hacía.

—Abre tu trasero, nena —gruñó Lincoln. Gimoteé, al...