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Me encanta cómo se sonrojan sus mejillas. No me di cuenta de lo excitante que podría ser tener a una mujer ruborizada en mi cama, pero no hay vuelta atrás. Me encanta. Su inocencia, su dulzura, me pertenecen desde el momento en que vi su foto.

Se sienta en el sofá, con las manos entrelazadas. Está ...