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Capítulo 4

—¿Qué demonios fue todo eso? —Dominic se preguntaba mientras recordaba los eventos que acababan de suceder.

Más temprano, Dominic se apoyaba en el costado negro y elegante de su coche, estacionado a una distancia discreta de la entrada principal de la escuela. Era un hombre acostumbrado a esperar y a la paciencia que su trabajo requería. Sin embargo, hoy su anticipación era de otro tipo. Estaba teñida de una sensación de expectativa desconocida, casi eléctrica. Estaba allí para ver una vez más a Ava, la chica que lo había cautivado sin querer con su belleza inquietante y el inconfundible velo de tristeza que parecía envolverla.

A medida que los minutos pasaban, sus ojos escaneaban el mar de estudiantes que salían de la escuela. Sus sentidos se agudizaban, no por la potencial amenaza de peligro que usualmente lo mantenía alerta, sino por el miedo de perderla de vista entre la multitud. Y entonces, justo cuando comenzaba a dudar de su decisión de venir, la vio—Ava. Su presencia era como una calma en medio de la tormenta, su forma delicada navegando a través del caos con una gracia silenciosa que atraía su mirada como un faro.

Pero la tranquilidad del momento se rompió cuando los vio—a sus acosadores, con un brillo depredador en los ojos mientras se dirigían hacia Ava. Los instintos de Dominic, afinados a lo largo de años de navegar por el peligroso inframundo, se activaron al máximo. Vio la confrontación desarrollarse como en cámara lenta, las palabras crueles lanzadas hacia ella, el empujón deliberado que la hizo caer al suelo. La rabia, rápida y feroz, recorrió su cuerpo, pero una ira fría y calculada lo impulsó hacia adelante.

Cada paso estaba medido mientras se acercaba, su mente llena de pensamientos. No era ajeno a la violencia, a la necesidad de imponer su voluntad a través de la fuerza cuando era necesario. Sin embargo, desatar ese lado de sí mismo en defensa de esta chica encendió un fuego dentro de él que no sabía que existía. La risa de los acosadores era un contraste discordante con el torrente de sangre en sus oídos, sus burlas un recordatorio brutal de la crueldad del mundo que Ava enfrentaba a diario.

El momento en que apartó al chico llamado Brad de Ava, Dominic sintió un cambio dentro de él. Era más que la adrenalina de la confrontación; era una convicción profunda e inquebrantable de que haría cualquier cosa para protegerla. Al encontrarse con la mirada de Ava, la intensidad del momento era abrumadora. Había miedo allí, pero también algo que se parecía al alivio, como si en el más breve de los intercambios, ella lo reconociera no solo como un rescatador, sino como alguien que la veía, realmente la veía, de una manera que nadie más lo hacía.

Mientras la ayudaba, su toque era suave, en marcado contraste con la fuerza que acababa de ejercer. Al presentarse, era muy consciente del peso de su nombre y la reputación que lo precedía, pero con Ava, deseaba que nada de eso importara. Quería que ella viera al hombre, no al oficial de la mafia, que entendiera que su oferta de ayuda era genuina, libre de las habituales ataduras que enredaban su mundo.

El trayecto hacia su casa fue un estudio de contrastes. El silencio en el coche estaba lleno de preguntas no dichas y el peso de su breve pero significativa historia. Dominic quería contarle todo, explicarle por qué estaba allí, por qué se sentía obligado a protegerla, pero se contuvo, entendiendo que la confianza era algo frágil, especialmente para alguien en la posición de Ava.

Al dejarla, la mirada en sus ojos se quedó con él, atormentándolo con su mezcla de vulnerabilidad y un destello de esperanza. En ese momento, Dominic supo que había cruzado una línea invisible, embarcándose en un camino tan incierto como innegable. Estaba decidido a protegerla de la oscuridad, no solo como un protector, sino como alguien que, quizás por primera vez, se preocupaba genuinamente por el bienestar de otra alma.

Los pensamientos de Dominic eran una mezcla tumultuosa de preocupación por Ava y una profunda, inquebrantable determinación mientras se alejaba. Sabía que el camino por delante estaría lleno de peligros tanto para él como para Ava, pero a medida que la distancia entre ellos crecía, también lo hacía su determinación. Se interpondría entre ella y la crueldad del mundo, un guardián silencioso cuya vida se había entrelazado inesperadamente e irrevocablemente con la de la chica que había tropezado en su corazón.

Los pensamientos de Dominic giraban mientras navegaba por las calles tranquilas alejándose del vecindario de Ava, su mente volviendo una y otra vez a ella. El silencio del coche se sentía pesado, lleno del eco de su breve interacción. Dentro de él, sus impresiones de Ava se alzaban grandes e intrincadas.

—No es como nadie que haya conocido —murmuró, la imagen de su rostro delicado, marcado por la resiliencia a pesar de los claros signos de sufrimiento, pintada vívidamente en su mente—. Hay fuerza en su silencio, una desafiante quietud que habla volúmenes. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo se mantiene con dignidad a pesar de todo lo que ha soportado?

Dominic había visto a muchas personas quebrarse por mucho menos, sus espíritus aplastados bajo el peso de las crueldades de la vida. Pero Ava, ella era diferente. Había una luz inextinguible en ella, una chispa que parecía luchar contra la oscuridad que la rodeaba. Esta resiliencia suya lo intrigaba. Era como si ella mantuviera una tenue creencia de que había más en la vida que la mano que le había tocado.

—Ni siquiera parece darse cuenta de su propia fuerza —pensó Dominic, un sentido de admiración entrelazándose en su contemplación—. O tal vez sí lo sabe, y eso es lo que la mantiene en pie. Es como si librara una guerra silenciosa, batallando contra demonios que nadie más puede ver. Y sin embargo, se mantiene en pie. Magullada, sí. Golpeada, quizás. Pero no doblegada. Hay una gracia en su lucha, una belleza en su resistencia.

Cuanto más consideraba Dominic la silenciosa fortaleza de Ava, más se sentía atraído hacia ella, no solo como protector, sino como alguien que genuinamente quería verla prosperar. —¿Qué es lo que tiene ella que atraviesa todas las defensas que he construido a lo largo de los años? —se preguntaba internamente—. He manipulado tantas situaciones a mi voluntad, ejercido poder sin pensarlo dos veces. Y sin embargo, aquí está ella, empuñando nada más que su fuerza silenciosa, y me encuentro... conmovido. Compelido. Cambiado.

Se dio cuenta de que Ava representaba algo que no sabía que estaba buscando. En su resiliencia, veía un reflejo de las partes de sí mismo que pensaba enterradas bajo las necesidades de su vida en la mafia. —¿Podría ser que ella me esté recordando quién aspiraba a ser? Antes de que el mundo exigiera crueldad, antes de que la supervivencia significara endurecer mi corazón?

Los pensamientos de Dominic se volvieron introspectivos, la influencia de Ava desafiándolo a mirar más allá de la superficie de su inesperada conexión. —Hay algo en ella... algo que despierta en mí un sentido de protección que no sabía que aún podía sentir. No solo la necesidad de protegerla del daño, sino de verla descubrir la plena extensión de su fuerza, de verla sobrevivir y florecer.

Mientras las luces de la ciudad pasaban borrosas a su lado, la resolución de Dominic se solidificó. —No sé qué papel estoy destinado a jugar en su historia o ella en la mía. Pero este sentimiento, esta convicción inquebrantable de que nuestros caminos estaban destinados a cruzarse... no puedo ignorarlo. La fuerza silenciosa de Ava y sus batallas no dichas me han marcado de maneras que apenas empiezo a entender.

En la soledad de su coche, con la noche como su confidente, Dominic reconoció que el camino por delante estaría lleno de desafíos. Sin embargo, la idea de estar al lado de Ava, de ser una presencia constante en su vida, lo llenaba de un propósito que no había sentido en años. Era un camino que nunca anticipó, pero que ahora abrazaba con una determinación que reflejaba la resiliencia de Ava.

El coche elegante de Dominic se deslizó en el espacio de estacionamiento con la precisión del hábito, pero al salir, su mente seguía enredada con pensamientos de Ava. Al entrar en su oficina, la transición del mundo exterior a su reino de control hizo poco para sacudir la imagen de ella de sus pensamientos. Era una obsesión, admitió a regañadientes para sí mismo, que había echado raíces con sorprendente rapidez.

Mientras se acomodaba detrás de su escritorio, sus guardaespaldas más confiables, Marco y Luca, entraron. Eran hombres que habían estado a su lado a través de innumerables peligros, su lealtad inquebrantable. Sin embargo, incluso para ellos, Dominic siempre había sido un enigma, los pensamientos y decisiones de su jefe un laberinto que navegaban con respetuosa distancia.

—Jefe, ¿quería vernos? —La voz de Marco rompió la ensoñación de Dominic, su tono una mezcla de curiosidad y preocupación.

Dominic levantó la mirada, su mirada aguda y evaluadora. —Sí. Tengo un trabajo para ustedes dos. Es... poco convencional. —Hizo una pausa, sopesando cuidadosamente sus siguientes palabras. El mundo que habitaba demandaba cautela, incluso entre aquellos en quienes confiaba.

Luca levantó una ceja, un silencioso estímulo para que Dominic continuara.

—Hay una chica, Ava. —La voz de Dominic se suavizó inconscientemente al pronunciar su nombre—. Quiero ojos sobre ella. No debe ser lastimada, no debe ser asustada. Solo... vigílenla. Asegúrense de que esté a salvo de cualquier daño.

La expresión de Marco se volvió pensativa, un ligero ceño fruncido en su frente. —¿Cuál es el trato con ella? ¿Está relacionada con alguna de nuestras operaciones? ¿Es hija de alguien que debamos conocer?

Dominic negó con la cabeza, sus manos entrelazadas sobre el escritorio. —No, nada de eso. No estoy... completamente seguro de qué es lo que tiene. Pero es algo especial. No puedo explicarlo, al menos no todavía. Pero necesito que esté a salvo.

Luca asintió, la pregunta en sus ojos reflejando su confianza en el juicio de Dominic, incluso si las órdenes eran fuera de lo común. —Entendido, jefe. La mantendremos a salvo. ¿Cree que está en peligro?

—Es una posibilidad. Está atrapada en una situación que no merece. Acosada, por lo que he visto. —La mandíbula de Dominic se tensó al pensarlo—. Solo vigílenla discretamente. No quiero que sepa que está siendo observada.

Marco y Luca intercambiaron miradas, y una comunicación no verbal pasó entre ellos. —Entendido, jefe. Nos encargaremos de ello —afirmó Marco, su tono transmitiendo la seriedad con la que tomaban la asignación.

Cuando se disponían a salir, Dominic los llamó: —Y, Marco, Luca...

Se detuvieron, mirándolo de nuevo.

—Gracias. —Las palabras eran simples, pero viniendo de Dominic, llevaban peso. Era un reconocimiento raro de la naturaleza personal de esta solicitud.

Dominic se permitió un momento de introspección mientras la puerta se cerraba detrás de sus hombres. Su decisión de proteger a Ava e involucrar a sus hombres en lo que esencialmente era una preocupación personal era poco característica. Sin embargo, su resolución solo se fortaleció al repasar los eventos del día. Ava, con su fuerza silenciosa y la innegable resiliencia que había visto en sus ojos, lo había atraído. Era un misterio, un desafío, y de alguna manera, Dominic sabía que su vida estaba a punto de entrelazarse con la de ella de maneras que apenas podía anticipar.

El mundo que dominaba era uno de poder y peligro, donde las debilidades eran explotadas y los afectos eran pasivos. Y sin embargo, al pensar en Ava, Dominic se encontraba dispuesto a navegar esos riesgos por una chica que, de alguna manera, en un solo día, se había convertido en alguien a quien no podía, no quería, ignorar.

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