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Sesenta y nueve.

Colt despertó dos días después. Todavía en la misma habitación y conectada de nuevo a la máquina de monitoreo cardíaco, aunque con la notable diferencia de que la que medía sus ondas cerebrales ya no estaba.

—Hola, bella durmiente —le llamó Mark.

La boca de Colt se curvó instantáneamente en una so...