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Cuarenta y ocho.

Colt dio un paso más hacia la cocina y suspiró.

—Lo siento —dijo sinceramente, con un tono lleno de dolor y arrepentimiento. Odiaba pelear con su madre.

Isla se giró para mirar a su hija, luchando contra el impulso de abrazar a la pequeña niña que Colt siempre sería para ella, la niña con lágrimas...