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Capítulo 386 La sorpresa que siempre me ha enganchado

Las orejas de Isabella se pusieron rojas, y el color se extendió hasta su cuello. Bajó la cabeza, su sonrisa se ensanchó. —Ahora lo entiendo. Nunca más dudaré de tu confianza.

Habló suavemente, como si estuviera calmando a un niño. —Ayer, tenía dudas. Seguías pidiendo pruebas y pensé que no confiab...