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Kai recogió un trozo de vidrio y se estremeció cuando se le clavó en la carne.

—Ven aquí —chistó Darcy, agarrando su mano y mirándolo con una sonrisa delgada—. Siempre eres tan torpe con esos dedos de salchicha.

—No tengo dedos de salchicha —se quejó Kai. Se sentó y dejó que Darcy limpiara el vidr...