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—Kai... no entres —susurró Jenna.

La expresión en su rostro y el temblor en su voz lo pusieron nervioso, pero tragó su miedo—. Es mi maldita casa, Jenna.

Ella emitió un sonido bajo y quejumbroso mientras él pasaba junto a ella.

—No mires. No mires —gritó Ray. Estaba inclinado, sosteniendo un mont...