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Riley la arrastró durante tres cuadras, sin soltarle la muñeca en ningún momento. Todo el tiempo, su mente imaginaba escenarios, pensando en lo que él podría hacerle. Lo que podría obligarla a hacer.

—Y en cierto modo te gusta —le susurró su mente—. Te gusta estar a su merced.

A pesar de que una p...