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16. Hijo de Biscuit

16. ¡Hijo de una galleta!

—Ahh... Oh, Dios... Oh, no...

Me quedo paralizada.

Mis extremidades se vuelven inmóviles, me quedo allí atónita y estupefacta al escuchar gemidos lascivos provenientes del otro lado de la puerta.

No podía creerlo, mi corazón se queda en silencio, casi sin latir, y m...