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Capítulo noventa y uno

—Buenos días, gatita. ¿Cómo te sientes? —dijo Damien mientras me sentaba en la mesa de la cocina, tratando de quitarme el sueño de los ojos.

—Estoy bien, cariño —murmuré mientras bebía el café que él había puesto frente a mí.

—¿Te sientes con ánimos para ayudar a Octavia a reforzar sus fronteras?

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