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Capítulo cuarenta y siete

—Damien, lo siento —susurré, mirando mis manos. Sentía mis labios temblar, mis emociones amenazaban con desbordarse.

—Dijiste que ibas a explicar, Bast —espetó Damien, con los puños apretados, aún negándose a abrir los ojos—. Así que por favor explícame por qué, mientras literalmente me quemaba par...