Read with BonusRead with Bonus

Capítulo ochenta y dos

Estaba extrañamente nerviosa.

O tal vez el nerviosismo no era mío, sino de mi padre.

Él respiró hondo, con sus brazos alrededor de mis hombros, —Aquí vamos... Finalmente estamos en casa.

Sus ojos observaban el panorama que teníamos frente a nosotros: el reino que una vez fue próspero ahora parecí...