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Capítulo treinta y seis

—Es mi brujería —dijo Kia, con los ojos brillando de genuina emoción y orgullo, ahora que podía decírmelo ella misma.

—¿Eres una bruja? —solté, mirándola de arriba abajo, buscando algo que la delatara. Parecía completamente normal, como todos nosotros, parecía un humano normal. Pero claro, todos no...