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Capítulo treinta y cuatro

El momento en que abrí la puerta, el polvo voló hacia mi nariz y boca, haciéndome toser fuertemente. Una vez que logré quitarme a ciegas las telarañas y el polvo, finalmente pude ver a mi alrededor.

Parecía femenino.

Obviamente, la última persona en tocar la habitación fue la dueña.

Lo que me des...