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Capítulo treinta y dos

—¡Luna! —me sacudieron para despertarme—. ¡Luna Celeste!

Abrí los ojos lentamente y parpadeé, una, dos y unas cuantas veces más. Una vez que la neblina del sueño se desvaneció, observé mi entorno.

Estaba sentada junto a la cama de Liana, sosteniendo su mano. Miré alrededor y vi las miradas emocion...