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~Alyce/Faelyn~
Me revolvÃa en la cama, incapaz de encontrar un sueño tranquilo. Nunca duermo bien en esta época del año. Las pesadillas me perseguÃan, acosándome hasta que ya no podÃa evitarlas. Generalmente, pasaban unas dos semanas desde el inicio hasta el final antes de que pudiera empezar a volver a la normalidad. Nueve años. HabÃan pasado nueve años desde la noche en que lo perdà todo. Nueve años desde que mi familia desapareció. Nueve años desde que llegué a la manada de la Luna Roja, vendida a ellos como Omega y esencialmente obligada a trabajar como esclava. TenÃa solo ocho años cuando sucedió, y aún no entendÃa por qué me habÃan perdonado a mà y no al resto de mi familia. Los pocos recuerdos de esa noche que podÃa evocar se habÃan vuelto borrosos con los años. Su rostro, sin embargo... Su rostro nunca lo olvidarÃa. Estaba grabado en mi mente con tal claridad que no habrÃa duda de que tenÃa a la persona correcta cuando fuera a por él. De eso estaba segura.
Las pesadillas siempre eran borrosas. HabÃa tormenta, la gente gritaba, mi gente gritaba mientras mi madre me decÃa que tomara a mi hermano de 5 años y corriera a esconderme. Los Delta habÃan intervenido para ayudar a mis padres mientras yo agarraba la mano de Elwyn y corrÃa tan rápido como podÃa. Sus rostros eran borrosos y no podÃa recordar el nombre del Delta y su compañera. Recuerdo correr, llevar a Elwyn a un lugar seguro para esconderse, pero nunca podÃa recordar dónde lo escondÃ. Nunca podÃa pasar de ese punto. Mis emociones y la abrumadora culpa de no saber por qué sobrevivà y ellos no siempre me despertaban en ese momento. Todos pensaban que toda la familia estaba muerta, incluida su hija. Yo mantendrÃa las cosas asÃ.
Me senté en la cama con un jadeo, el sudor pegándose a mà como una segunda piel, intenté recuperar el aliento mientras despejaba el sueño de mis ojos. Los grandes números azules de mi despertador me miraban fijamente, marcando las 04:30. De todos modos, necesitaba levantarme en 30 minutos, asà que no tenÃa sentido intentar volver a dormir. Estiré mis músculos rÃgidos y me deslicé fuera de la cama. El suelo de concreto estaba frÃo y el repentino golpe de temperatura en las plantas de mis pies me despertó un poco más.
Agarré un par de jeans desgastados, una camiseta negra raÃda, bragas y un sujetador, y me dirigà tambaleándome hacia la ducha, todavÃa medio dormida. No habÃa un baño como tal, al igual que mi habitación no era exactamente una habitación. Me mantenÃan en el sótano. Mi habitación era un pequeño rincón de almacenamiento que apenas cabÃa mi colchón individual, una cómoda estrecha de tres cajones y una pequeña estanterÃa de dos niveles que usaba como mesita de noche. HabÃa colgado la manta más gruesa que tenÃa sobre la entrada para darme la ilusión de privacidad. Eso era una broma en sà misma cuando se tenÃa en cuenta el baño.
HabÃa una ducha independiente con puertas de vidrio transparente, un lavabo grande de un solo seno y un inodoro; sin embargo, no habÃa paredes, ni puertas y, si tenÃa suerte, el agua estarÃa tibia y no helada. Al menos tenÃa acceso a lo más básico. Estaba agradecida de no tener que trabajar como esclava y hacerlo en mi propia suciedad y olor corporal.
Mientras me miraba en el espejo de pie que Matheau, mi mejor amigo, habÃa contrabandeado para mà hace unos meses, solté un suspiro. Las pesadillas siempre traÃan recuerdos curiosos. Me habÃan vendido al Alfa Andrew de la manada de la Luna Roja a petición de su Luna, todos mis papeles mostraban mi nombre y rango como Alyce Lilly, una huérfana Omega de 8 años. Yo sabÃa mejor. SabÃa quién era. Mi nombre es Faelyn De’Lune y soy la única hija de Liam y Gwydia De’Lune, legÃtimos Alfa y Luna de la manada de la Luna Plateada.
Nunca dejé entrever que era alguien diferente a lo que mis papeles decÃan. Siempre habÃa sido demasiado inteligente para mi propio bien, según mi padre. SabÃa que algo andaba mal cuando no vinieron a buscarme y cuando me vendieron como una huérfana Omega, supe que algo estaba terriblemente, terriblemente mal. Si alguien descubrÃa quién era realmente, al menos antes de que estuviera lista para recordárselo, probablemente morirÃa antes de poder vengar a mi familia y encontrar la verdad. Para lograr todo esto, tendrÃa que mantener mis orÃgenes en secreto y encontrar una manera de recuperar mi manada. Planeaba dejar la Luna Roja y comenzar mi viaje para recuperar mi manada pronto. Solo estaba esperando mi cumpleaños.
Finalmente me desvestÃ, haciendo una rápida evaluación de los moretones por todo mi cuerpo. Estaban en varias etapas de curación. Realmente me trataban como una esclava en esta manada. Si no fuera por entrenar en secreto con Matheau y sus padres, y por mi loba que me protegÃa o me prestaba su fuerza, estarÃa en mucho peor estado. Regularmente era un saco de boxeo para los miembros de la manada de mi edad, y aunque la mayorÃa de los lobos se curaban relativamente rápido, yo aún no me habÃa transformado. TenÃa a mi loba, la obtuve a los 13 como la mayorÃa de los lobos, pero no me habÃa transformado a los 16 como los demás. Aramyth, mi loba, insistÃa en que para mà esto era algo normal. No lo entendÃa. Ella decÃa que pronto lo harÃa. Confiaba en ella. Mi objetivo principal era mantenerme fuerte y entrenar tanto como pudiera para poder sobrevivir cuando dejara la manada. Faltaba un mes para mi cumpleaños número 18, un mes más o menos antes de poder escapar.
Me metà en el agua, agradecida de que estuviera tibia esta mañana en lugar de frÃa. Probablemente debido a la hora del dÃa. Tal vez deberÃa empezar a levantarme más temprano. Lavarme el cabello era una tarea, me llegaba hasta el trasero, pero lo hice rápidamente y me limpié del sudor que las pesadillas habÃan causado. Me tomé un minuto para disfrutar del agua corriendo sobre mi cuerpo antes de apagarla y salir. Mi toalla era pequeña y delgada, pero la usé para secar mi cuerpo y sacar la mayor cantidad de agua de mi cabello.
Al acercarme al espejo, trencé mi cabello, envolviéndolo alrededor de mi cabeza como una corona y sujetándolo en su lugar. HabÃa aprendido hace mucho tiempo a no darles a las lobas maliciosas un punto de agarre, pero también me negaba a cortarme el cabello. No habÃa sido más que recortado desde que llegué a este infierno de manada. Me miré en el espejo. Con mi cabello rojo fuego, ojos verdes translúcidos y piel pálida, era la viva imagen de mi madre. Gwydia De’Lune no era una loba. Era Fae y yo habÃa heredado muchas de sus caracterÃsticas y mi loba venÃa de mi padre. Era una mezcla perfecta de mis padres, mi apariencia de mi madre, incluso mis orejas tenÃan una ligera punta si las mirabas de cerca. Mi actitud, determinación y fuerza venÃan de mi padre.
Elwyn se parecÃa más a nuestro padre en cuanto a apariencia, según lo que recordaba. Los ojos azul hielo, el cabello castaño y la piel bronceada eran todos de nuestro padre. Mi hermano tenÃa solo 5 años cuando él y mis padres desaparecieron. Lo recordaba como un niño muy tranquilo y sensato, incluso a tan corta edad. Se parecÃa a nuestra madre en ese sentido. Me preguntaba si ahora serÃa más alto que yo. ¿HabrÃa heredado la estatura ridÃculamente alta de nuestro padre? Madre medÃa un grandioso 1.52 metros, lo que la hacÃa parecer ridÃcula al lado de mi padre, que medÃa 1.90 metros. Yo habÃa heredado el gen de enana de mi madre, midiendo apenas 1.60 metros. También habÃa heredado su figura curvilÃnea, asà que al menos tenÃa eso.
Faelyn, Aramyth se negaba a llamarme Alyce. Nunca me dejaba olvidar quién era realmente, Ya basta de autocompasión. ¡Vas a llegar tarde si no te pones en marcha!
SÃ, sÃ. Ya voy, ya voy. Sonreà un poco en mi mente y me puse el sujetador y las bragas, luego me deslicé en los jeans y la camiseta. No me molesté en ponerme zapatos. Los odiaba. No soportaba no poder sentir el suelo bajo mis pies. Subà corriendo las escaleras del sótano y entré en la cocina, deteniéndome en seco frente a las estufas dobles empotradas en la isla.