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50. «Estamos en casa».

Christopher prácticamente me arrastra por el salón de baile, ya que mis piernas no pueden seguir su ritmo. Aun así, hago un esfuerzo por seguirlo, con la cara ya ardiendo de vergüenza; no necesito rumores sobre mi esposo llevándome a rastras de la Reunión de los Señores después de golpear a su propi...