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Diferente

POV de Victoria

—¡Dios mío, Vicky! —gritó mamá y corrió hacia mí.

—¿En qué estabas pensando? —preguntó mientras tomaba mi dedo sangrante y lo miraba con enojo.

—No puedes estar en la cocina con los dedos sangrando, ve a la mansión y busca otra cosa que hacer —dijo con un tono de decepción y me quitó la bandeja.

—Lo siento mucho —murmuré, pero ella me ignoró y miró hacia otro lado, mientras refunfuñaba para sí misma.

Así era yo, nunca podía hacer nada bien.

Avergonzada de mí misma, salí de la cocina, caminé por la escalera y me encontré con Clinton y un grupo de hombres lobo como él. Actuando como si no lo hubiera notado, quise alejarme, pero él me vio y se acercó a mí.

—Estás herida —dijo esas palabras y tomó mi dedo herido.

—Típico de mí, siempre torpe —me reí suavemente e intenté retirar mi mano, pero él apretó su agarre y me sonrió.

—Relájate —me susurró, cerró los ojos y respiró hondo.

Como un parpadeo, el dolor y el corte en mi dedo desaparecieron, y solo quedó una pequeña marca.

—Todo listo —me sonrió ampliamente y soltó mi mano.

—No deberías haberte esforzado.

—No es esfuerzo, es un don que me dio la diosa de la luna y me encanta usarlo —me lanzó una sonrisa encantadora que hizo que mi corazón se acelerara antes de volver con sus amigos.

—Qué suerte tienes —murmuré para mí misma mientras lo veía alejarse con su grupo.

Cada hombre lobo tenía un don especial o habilidades otorgadas por la diosa de la luna, pero claro, yo soy diferente, sin lobo, sin don.

Suspirando profundamente, caminé por la casa y pude ver lo ocupados que estaban todos, preparándose para la llegada del alfa Derick.

—Victoria —escuché a Sonia llamándome.

Lentamente me di la vuelta y le sonreí ampliamente.

—¿Qué haces aquí? Pensé que estarías en la cocina —preguntó con una mirada inquisitiva.

—Me lastimé.

—¿Dónde? —preguntó, mientras me miraba para ver dónde estaba herida.

—Aquí —le mostré mi dedo ya curado a Sonia.

—Pero Clinton lo curó —murmuré y guardé el dedo.

—Hoy es un día de gran celebración, el alfa Derick está regresando, y nuestra manada será completa y temida por muchos, pero ¿por qué estás tan triste? —preguntó Sonia mientras se acercaba a mí.

Suspiré suavemente y me encogí de hombros.

—¿Cómo puedo estar feliz cuando soy la única diferente aquí? —murmuré.

—No digas eso, eres como nosotros, con lobo o sin lobo —intentó consolarme como siempre lo hace, pero esta vez no funcionaba.

—Fácil para ti decirlo, te transformaste cómodamente en tu lobo a los dieciocho años, encontraste a tu pareja a los diecinueve y fuiste bendecida con un don increíble de la diosa de la luna, pero mírame a mí, ya tengo veinte años y no hay señal de mi lobo ni de ninguna habilidad especial —murmuré esas palabras y contuve las lágrimas que amenazaban con caer por mi mejilla.

Noté que Sonia me miraba con lástima antes de colocar sus dos manos en mis hombros.

—Sé que eres especial, aunque no pueda verlo en mi visión —dijo esas palabras y me regaló una cálida sonrisa.

—Ojalá —respondí y quité sus manos de mis hombros.

—Necesito volver a la cocina, nos vemos luego —no dejé que esas palabras terminaran de salir de mi boca antes de empezar a alejarme.

Tres meses más, y después de tres meses todo esto habrá terminado.

Volví a la cocina y noté que mamá ya había terminado de picar la zanahoria, se dio la vuelta y me vio entrar.

—Te encontraste con Clinton —preguntó mientras miraba mi dedo curado.

—No, en realidad él me vio y decidió ayudarme —respondí y busqué algo que hacer.

Mamá me miró como si quisiera decir algo, pero se contuvo.

Ambas trabajamos y preparamos la comida que comerán el alfa Derick y su familia, mientras que la comida para los invitados y los miembros de la manada la cocinaban otros sirvientes en la cocina del ala de los sirvientes.

—No pareces feliz —mamá finalmente habló después de minutos de silencio.

—Estoy bien, ya no soy una niña, no tienes que preocuparte por mí —refunfuñé.

—Tal vez si tuvieras tu lobo y habilidades, no estaría tan preocupada por ti —mamá no se dio cuenta cuando esas palabras salieron de sus labios.

Pude ver la expresión de sorpresa en su rostro mientras mordía sus labios con culpa. Sabía que nunca quiso decirme eso, pero tenía razón, si solo tuviera mi lobo, todo sería diferente.

—No te preocupes, mamá, una vez que llegue a Australia, no tendrás que preocuparte por mí —dije en un tono cómodo y continué con lo que estaba haciendo.

—Sabes que no lo digo de esa manera... —no la dejé terminar antes de interrumpirla.

—Déjalo, mamá —supliqué con enojo.

Escuché a mamá soltar un suave suspiro antes de volver a lo que estaba haciendo.

Ambas trabajamos en total silencio hasta que terminamos de preparar la comida.

—Puedes salir y descansar un poco, no hay mucho trabajo aquí —asentí con la cabeza a sus palabras y salí de la cocina.

Salí de la casa y fui al patio, solo para ver que estaba lleno de gente, animando y riendo felizmente.

—No perteneces aquí —me susurré tristemente a mí misma, me di la vuelta y estaba a punto de irme, cuando escuché una voz fuerte y firme llamar mi nombre.

—Oh no... otra vez no —murmuré para mí misma mientras me giraba lentamente.

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