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Capítulo 10

El mismo Orian Moon...

La oscura silueta simplemente hace un gesto. Torin saca un juego de llaves de su bolsillo y abre la puerta de la celda. Torin se hace a un lado y Orian se mueve, acechando dentro con un poder similar al de un león. La oscuridad se aferra a él y el aire a su alrededor parece espesarse con una advertencia silenciosa del peligro que encarna. Cada paso que da resuena con una amenaza no dicha, incluso las sombras se someten a su dominio.

—¿La registraste? —Su voz retumba, cargada de autoridad.

—Todas sus pertenencias estaban en el coche —responde Torin con una voz pequeña, sumida en una sumisión innata.

Él sacude la cabeza rígidamente, como si estuviera molesto. Luego avanza hacia mí, lentamente y de manera intimidante. Mi espalda ya está presionada contra la pared sin ningún lugar a donde ir. Solo puedo rezar para que me trague por completo. Orian se acerca tanto que no queda ni aire entre nosotros, fácilmente me empequeñece. Me mira fijamente, su escrutinio me quema.

Encuentro mi voz. —¿Qué estás haciendo? —Apenas audible.

Él se agacha, sin romper el contacto visual. Mi corazón salta a mi garganta. Sus manos me examinan, minuciosamente. Mi mirada se dispara, encontrando los ojos de Torin, y de repente se ve diferente. Aunque son casi de la misma altura, de repente parece mucho más pequeño.

Paralizada, el control sobre mi propio cuerpo robado por el miedo. Todo mi entrenamiento, técnicas y lecciones desaparecen de mi mente como si me hubiera quedado en blanco en medio de un examen. Las manos de Orian se deslizan gradualmente, enviando una ola de calor a través de mí, cada parte de mí se tensa. Sus manos se acercan a mi trasero—cerca de mi teléfono—le aparto las manos.

—Eso es suficiente —digo, tan intimidante como puedo, pero sueno como una ardilla asustada.

Orian se levanta a su altura completa. Me observa con una intensidad silenciosa durante un largo y exasperante momento. Con un movimiento rápido como un rayo, me agarra y me gira, aplastándome contra la pared. Ahogo un grito. Me manosea descaradamente el trasero aunque el teléfono es claramente visible. Lo saca y me gira, empujándome de nuevo contra la pared, su mano plantada en mi hombro, manteniéndome completamente quieta.

Gira para lanzar mi teléfono de vuelta a Torin. Lo atrapa con una mano.

—Por eso deberías haberla registrado. —Me mira de nuevo. Sus ojos tan negros y vacíos como esta celda. —¿Torakkā wa arimasu ka?

Torin responde, pero incluso yo puedo detectar su duda. Lo que enfurece a Orian. Repite la misma pregunta y Torin le da la misma respuesta. Enloquecido, me libera de su agarre, retrocediendo. Luego, con un movimiento fluido, su mano va hacia la parte trasera de su cintura, sacando una pistola. El cañón apuntado a mi frente.

—¡No!

Torin se lanza hacia él. El arma se dispara. Un fuerte sonido de rebote sacude mi cerebro. Mi visión cae de lado y todo mi mundo se vuelve negro.

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