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Capítulo 35

La última esperanza de Emma murió con esa llamada telefónica. Su agresor continuó asaltándola. Le agarró los pechos con toques bruscos, y ella seguía pateando y gritando debajo de él. Su boca recorría su cuello con besos y mordiscos babosos y desaliñados.

—Qué piel tan suave —comentó él—. Y tus pec...