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Agendas ocultas: giros del destino

Una hora había pasado, y Aubree yacía en la cama, entumecida y llorosa, con chupetones cubriendo su cuerpo.

El hombre yacía a su lado, desnudo y satisfecho.

—Debo decir, esta joven es diferente a las prostitutas con las que he dormido. Es tan blanca y perfecta y hasta huele bien. Sería una lástim...