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Capítulo sesenta y uno

Las finas hebras de cabello a lo largo de mis sienes se balancean suavemente en la fresca brisa de la montaña. Duermo en el abrazo de un sofá al aire libre, los cojines crujen suavemente bajo mi peso. A mi lado, anidado entre los árboles cubiertos de nieve y con la silueta distante del castillo de l...