




Parte 5
—Disfruta del viaje, Rose —murmuró una voz profunda contra mi oÃdo, provocando escalofrÃos en mi piel. Unos largos dedos se acercaron para colocar un mechón suelto de mi cabello detrás de mi oreja. El toque se sintió increÃble, algo que nunca habÃa experimentado.
Los dedos del Alfa se deslizaron por mi cabello, y sus ojos intentaron encontrar los mÃos. Se me erizó la piel y mis nervios se vieron abrumados por la sensación.
—Asà es —susurró el Alfa mientras su mano comenzaba a explorar mi cuerpo desnudo. Se sentÃa tan increÃble cuando sus manos se unieron, deslizándose sobre mi pecho desnudo. Todo mi ser vibraba desde lo más profundo con su toque. Seguà uno de los brazos de Aiden hasta su hombro, y la piel allà se sentÃa tan suave como parecÃa.
No estaba segura de cuándo habÃa perdido toda mi ropa, pero no podÃa protestar cuando Aiden parecÃa decidido a tocar cada centÃmetro de mi pecho expuesto. Un gemido se escapó de mis labios y mis caderas se alzaron hacia el contacto, suplicando por más. Mis sentidos estaban sobrecargados, y amaba cada segundo de ello.
Aiden murmuró algo, y sus labios comenzaron un viaje por mi largo y delgado cuello. Gimió contra él, y el sonido se sintió increÃble, haciendo que mis dedos de los pies se encogieran. Su boca se detuvo justo encima de mi pezón endurecido. El Alfa sopló un aliento frÃo, provocando un escalofrÃo que recorrió mi columna. Llevó su mano hacia mi pecho antes de masajear mi seno, su pulgar acercándose a mi pezón rosado.
Aiden pellizcó y giró el pezón entre sus dedos, jugueteando con él. Arqueé mi espalda, un gemido bajo escapándose de mis labios.
—Por favor... —balbuceé, mis ojos rodando hacia atrás. ¿Qué estaba suplicando? No tenÃa idea, pero querÃa sentir más de eso. Como si leyera mis pensamientos, el Alfa se inclinó y tomó mi pezón en su boca.
Mis manos se enredaron inmediatamente en su espeso cabello, mi abdomen contrayéndose ante la sensación que se extendÃa por todo mi cuerpo. El placer vibraba en mis venas mientras él chupaba y succionaba el pezón en su boca.
—¿Rose?
La voz me sobresaltó de mi sueño, y mis ojos se dirigieron rápidamente a la fuente que estaba frente a mÃ. Parpadeé somnolienta, ajustándome a la repentina claridad de la habitación. La mujer frente a mà tenÃa una esfera de rizos rubios blancos enmarcando su rostro. Su peluca contrastaba tan dramáticamente que capturó mi atención, y me quedé mirando un poco demasiado tiempo.
—¿Dónde estoy? —miré la habitación desconocida, mi respiración aún errática por el sueño.
—Esta es una habitación de invitados. Después de que entraste en celo, el Alfa Aiden te trajo aquÃ.
Mis ojos se abrieron de par en par ante eso. Casi habÃa olvidado ese embarazoso incidente. ¿Cómo habÃa entrado en celo tan repentinamente? No se suponÃa que sucediera hasta el próximo mes.
—Y, eh... ¿quién eres tú?
—Oh, soy la doctora del grupo aquÃ.
—¿Una doctora del grupo?
La mujer asintió tÃmidamente. —Puedes llamarme Emma.
—¿Cómo te sientes ahora?
—Sorprendentemente, no en celo.
—Eso es porque te di una inyección de supresor.
Me senté, sobria. Mi voz se elevó a un tono alto, casi histérico. —¿Una qué?
¿Dónde estaban mis padres? ¿Me habÃan abandonado en un lugar tan extraño? No tenÃa idea de cómo volver a mi aldea.
—Necesitas relajarte.
—¡Estoy relajada! —grité. —¿Qué me diste?
—Una inyección de supresor. Calma inmediatamente a los omegas en celo repentino y lo pospone. No hay nada de qué preocuparse.
—Yo, eh... —tartamudeé y traté de desviar la mirada, pero no habÃa nada en qué fijarse, ninguna excusa para divagar—. Gracias.
—Tu próximo celo será mucho más fuerte. Asà que te aconsejo tener un Alfa que te ayude a pasarlo.
Mis mejillas se sonrojaron ante eso. Aunque Zain y yo llevábamos un tiempo juntos, no habÃamos pasado de los besos. Ambos decidimos esperar hasta que cumpliera veintiún años.
—Eh... claro.
—Entonces me retiro. —La doctora del grupo sonrió.
—Gracias de nuevo.
Salà de mi habitación, directo al césped, que no era más que unos pocos pies de verde entre los escalones y la acera. HabÃa flores desordenadas plantadas a lo largo de los bordes, lo que me confundió aún más. ¿Dónde estaban mis padres?
Hubo un aumento de ruido mientras me apresuraba a entrar y giraba bruscamente. Decidà seguir el sonido. Subiendo los escalones hacia la puerta, dudé, insegura de explorar la casa del grupo que no era mÃa.
De nuevo, no tenÃa opción. Era esencial encontrar a mis padres.
Dando un paso adelante, sentà una fuerte presencia siguiéndome. El vello en la parte posterior de mi cuello se erizó.
—¿Qué estás buscando? —Una voz profunda me sobresaltó desde atrás, el aliento caliente y húmedo justo contra mi oÃdo con las palabras. Girando, me encontré cara a cara con un Alfa alto que no parecÃa apartar los ojos de mÃ.
A diferencia de antes, estaba vestido con una camiseta sin mangas gris, exponiendo sus brazos musculosos y el cabello cayendo sobre su rostro. El sudor brillaba en su pecho, la marca evidente en toda su camiseta.
Aiden levantó una ceja ante mi silencio. ¿Por qué tenÃa que encontrarme él, de todas las personas? Mis mejillas se enrojecieron al recordar ese sueño. No era muy cómodo recordarlo. No solo eso, sino que entré en celo justo frente a él, en su sofá, donde me recogió. El rubor se extendió hasta mi cuello cuanto más pensaba en ello.
—¿Eh? —Solo lo miré, tomando en cuenta los rizos hasta los hombros y los ojos brillantes, sus labios curvados. La forma en que me miraba hacÃa que mis entrañas se contrajeran.
El Alfa Aiden apretó los dientes. —¿Qué haces aqu�
—Eh... mis padres... —dije con una voz apenas audible, las manos juntas. Por alguna razón, no podÃa expresar mis pensamientos frente a él. Como si me hubieran lanzado un hechizo.
—¡¿Puedes hablar más alto?!
Salté ante su tono; mis ojos se cerraron con fuerza. TenÃa un temperamento muy corto. Aclarando mi garganta, repetà mi frase anterior, lo cual no lo apaciguó. ¿Disfrutaba intimidándome?
Aiden se pellizcó el puente de la nariz. —Están esperándote. Vamos.
—O-Okay.
El Alfa murmuró algo entre dientes mientras caminaba delante de mÃ. Seguà mirando su espalda musculosa, mi boca se hacÃa agua mientras se flexionaba con cada paso que daba. Mi mano casi se extendió para tocarlo, pero me contuve. DebÃa ser por el celo.
De repente, se detuvo y miró por encima de su hombro. —Antes, cuando entraste en celo... ¿lo hiciste a propósito?
Mis labios se separaron ante eso. ¿Cómo podrÃa haberlo predicho? ¿Qué estaba tratando de decir? Todo sucedió tan repentinamente. ¿Por qué me preguntaba eso? La ira hervÃa en mi estómago; mis dientes se apretaron. Solo porque soy una omega, me preguntó eso. No es diferente de todos los Alfas con los que he tenido la desgracia de encontrarme en mi vida. Abrà la boca para responderle cuando él sacudió la cabeza.
—Olvida que lo pregunté.