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TREINTA Y CINCO

Era algo extraño y completamente confuso, pero Yalda no quería que terminara. Sentir sus manos moverse tan suavemente por su cuerpo era casi adictivo, la hacía querer derretirse contra él y quedarse allí para siempre.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó cuando sus labios se separaron.

Ella asintió de...