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TREINTA Y DOS

Su cuerpo temblaba mientras intentaba controlarse; estaba justo allí, casi alcanzando esa altura tan dichosa. Pero sabía muy bien que no podía desmoronarse sin el permiso de Alexander, y tampoco podía detenerse.

Quería aferrarse a él para apoyarse, pero él había asegurado sus manos detrás de su esp...