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Estrictamente empresarial, parte I

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —susurró Morgan. Sus ojos se abrieron de par en par y miró a Sterling, quien se llevó un dedo a los labios.

Se conectó con ella, “Tranquila, Caperucita. Dile que necesitas unos minutos.”

Asintiendo, estabilizó su voz. —¿Podrías darme unos minutos más?

—Tengo un día e...