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Capítulo 99 Una derrota aplastante

Sophia sintió un escalofrío al cruzar la mirada con Ava, la duda se apoderaba de ella. Miró el bastón de madera, buscando algún daño del golpe anterior, pero estaba intacto.

—Ese palo —susurró, sospechosa—, no es solo un palo, ¿verdad? El Mariscal te debe haber dado algo especial.

El bastón, que antes era solo un pilar de madera del campamento, parecía ordinario de cerca. Pero Sophia, convencida de que Xavier favorecía a Ava, solo veía lo que quería ver. Sus palabras agitaron a la multitud, que no podía ver la verdad desde lejos.

—¡Injusto! —gritó alguien, pronto acompañado por otros—. ¿Cómo puede pelear con un arma mejor?

—¡Devuélvanle la lanza! —gritó otro—. ¡Es un truco!

Los murmullos de la multitud se hicieron más fuertes. Ava, imperturbable, rompió un pedazo del bastón y lo pateó hacia los soldados. Uno lo atrapó y vio que era solo madera.

Sophia palideció, su acusación sin fundamento. Apretó los dientes y atacó de nuevo, sus movimientos agresivos. Ava paró fácilmente. Mientras Sophia blandía su espada, Ava vio su oportunidad. Clavó el bastón en el estómago de Sophia, haciéndola tambalear.

El bastón cayó al suelo, pero Ava movió la muñeca, y volvió a su mano, girando como por arte de magia.

Se escucharon jadeos entre la multitud. —¿Qué brujería es esta? —exclamó alguien.

—¡Ella controla el palo! —gritó otro—. ¡Es magia!

—Tontos —se burló Clementine—. Eso es maestría.

Sophia, luchando por respirar, saboreó la sangre. Luchó contra el impulso de toser, su mente dando vueltas.

Ava giró el bastón, sus movimientos lentos pero mortales. —Sophia —preguntó con calma—, ¿continuamos o te rindes?

¿Rendirse? La palabra dolió. —¡Un guerrero nunca se rinde! —rugió Sophia, cargando de nuevo.

Sus ataques eran feroces, buscando terminar la pelea rápidamente. Pero Ava se movía con una conciencia increíble, prediciendo cada movimiento.

Entonces, con un estallido de velocidad, Ava saltó al aire. El bastón golpeó la muñeca de Sophia, haciendo volar su espada. Una patada rápida en el pecho derribó a Sophia al suelo.

Ava aterrizó con gracia, girando el bastón en un torbellino de astillas afiladas. Llovieron sobre Sophia, una tormenta mortal de esquirlas.

A pesar de su armadura, Sophia no se salvó. Una astilla le rozó el cuello, haciéndola sangrar. Era una herida menor, pero el mensaje era claro: Ava podría haberla terminado.

La multitud estalló en incredulidad. Lo que comenzó con tanta certeza terminó en una derrota rápida. Sophia, la guerrera invencible, yacía derrotada, su orgullo hecho añicos.

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