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Capítulo 96 Ethan se detiene

El General Bennett frunció el ceño, claramente molesto. —Ya está decidido, Sophia. Estamos a punto de entrar en batalla, no en una competencia tonta. Este comportamiento perjudica nuestra unidad.

Sophia se erizó, pensando que él estaba protegiendo a Ava. —¿Qué pasa, General Bennett? ¿Miedo de que ella quede en evidencia? Si tanto te preocupa, dame el mando del Ejército de la Armadura Negra.

Bennett rió sin humor. —Ni lo sueñes, Sophia. Liderar refuerzos no significa que poseas este ejército. Estoy tratando de evitar que pierdas la cara. Pero si insistes, adelante.

—Basta de hablar —espetó Sophia, llena de arrogancia—. El Ejército de la Armadura Negra seguirá a Ava solo si se lo gana. Y dudo que ese día llegue. —Saludó bruscamente y miró a Xavier—. Me retiro, Lord Smith.

Después de que ella se fue, Bennett se volvió hacia Xavier, preocupado. —Lord Smith, el Ejército de la Armadura Negra ya ha sido puesto bajo el mando del General Anderson. ¿Por qué, entonces, ha concedido la solicitud del General Bell? Estos desafíos solo causan discordia. ¿Qué pasa si ella pierde?

La mirada de Xavier era firme. —El General Anderson no perderá. Que vean por sí mismos si es el General Anderson quien no está a la altura de su posición, o si Sophia no es más que una farsante.

Se levantó, captando la atención de todos. —Y si algunos quieren hacer el ridículo —añadió peligrosamente—, ¿quiénes somos nosotros para detenerlos?

A pesar de la confianza de Xavier, la inquietud llenaba la tienda. Conocían el valor y la estrategia de Ava, pero Sophia era una guerrera experimentada. Un empate sería mejor que una derrota humillante para su nueva general.

La noticia del desafío se difundió rápidamente. Xavier decretó que el General Bell se enfrentaría en duelo con el General Anderson por el mando del Ejército de la Armadura Negra. Todos hablaban de las apuestas y las posibles consecuencias.

Ethan, al escuchar la noticia, quedó impactado. Encontró a Sophia, pálida de preocupación. —¿Estás loca? ¡Ava no es una novata! ¡Podría vencerte fácilmente! No hagas esto, Sophia. ¡No lo arruines todo!

Sophia, ya en su armadura, parecía confiada y peligrosa. —Cálmate, Ethan. No estoy siendo impulsiva. Este duelo es más que un mando temporal. Si gano, esos soldados me seguirán también en la Capital. ¡Piénsalo! Después del Paso del Cielo Verde, no conseguimos nada. Esta guerra es nuestra oportunidad de asegurar nuestro futuro.

Ethan la miró, horrorizado. No solo buscaba un mando temporal; quería el poder absoluto. Controlar el Ejército de la Armadura Negra significaba influencia y una línea directa con el ejército del Imperio.

—Estás delirando —susurró, asustado—. Incluso si ganas, el Señor del Ártico no lo permitirá. El Ejército de la Armadura Negra es suyo. No lo cederá.

—No tendrá elección —dijo Sophia con una certeza escalofriante—. No una vez que me juren lealtad.

Ethan le agarró el brazo, su agarre fuerte. —Sophia, ¡piensa! ¡Hay demasiado en juego! Si pierdes, ¡lo perderás todo! ¡Tu rango, tu reputación, incluso tu libertad! ¿Vale la pena?

La mirada de Sophia se suavizó ligeramente. —Si lo peor sucede —susurró—, siempre te tendré a ti. Una vida tranquila como tu esposa no sería tan mala, ¿verdad?

Pero sus ojos ardían con ambición. No perdería. No ante Ava, no ante nadie. El Ejército de la Armadura Negra sería suyo. Se aseguraría de ello.

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