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Capítulo 69 El Príncipe Heredero de Western Capital

La Ciudad de la Luna Azul se mantenía firme, un guardián silencioso contra el ejército avanzado del Reino de Valoria. Desde sus antiguas murallas, Brandon Hughes, Mariscal de la Capital Occidental, escudriñaba las filas enemigas con una mirada fría e implacable. El odio ardía en sus ojos, amenazando con consumirlo.

—No mantendrán la Frontera Sur por mucho tiempo —gruñó Brandon, su mirada lo suficientemente intensa como para incendiar a los soldados valorianos a lo lejos.

A su lado, Caleb Jackson, Mariscal del Reino del Desierto, parecía preocupado. —Tus hombres están exhaustos, Brandon. Dales unos días para descansar antes de empujarlos de nuevo.

Brandon negó con la cabeza, su rostro decidido. Apretó la fría piedra del parapeto, sus nudillos blancos. —No, Caleb. No podemos permitirnos detenernos ahora. Atacamos pasado mañana. En tres días, la Ciudad de la Torre será nuestra.

Caleb no discutió. La mayoría de los hombres y suministros eran de Brandon. Tenía poco que decir al respecto.

—Encontramos lo que buscabas —dijo Caleb en voz baja—. La general valoriana, Sophia, está con los refuerzos, dirigiéndose al frente.

Los puños de Brandon se apretaron, los músculos de su mandíbula se tensaron. —La quiero viva, Caleb. A cualquier costo.

Caleb frunció el ceño, desconcertado por el veneno en la voz de Brandon. —¿Qué tipo de rencor alimenta este odio, Brandon? ¿Y por qué involucrar al Reino del Desierto? ¿No tiene el Oeste espías en la capital valoriana?

El agarre de Brandon en el parapeto se aflojó, su aliento se condensaba en el aire frío. —Nuestros agentes en la capital —dijo, su voz cargada de dolor— han hecho su trabajo.

Caleb estaba acostumbrado a la compleja danza de alianzas y traiciones, pero el apoyo inquebrantable del Oeste era un misterio. Sabía que los despojos de la victoria —más comercio, rutas marítimas abiertas— beneficiarían a ambas naciones. Esto era más que maniobras políticas.

La humillante derrota en el Paso del Cielo Verde, la rendición… ¿podría ser esa la raíz de esta venganza? Caleb despreciaba la rendición, aunque mantenía sus pensamientos para sí mismo.

Mientras tanto, Ava emergió de la tienda de mando, sus pasos pesados, su corazón cargado. El mensaje secreto del Señor del Ártico ardía en su mente. El prisionero que Sophia había capturado… era el príncipe heredero del Oeste, enviado para ganar experiencia en la guerra.

Capturado en la Ciudad de Galopada de Ciervo, su identidad oculta, había sufrido horrores indescriptibles a manos de Sophia. Forzado a comer inmundicias, humillado, mutilado… todo por su desafío. Su captura obligó al Oeste a rendirse, su única moneda de cambio.

Pero el príncipe, incapaz de soportar la vergüenza, se quitó la vida al regresar. El Oeste, desesperado por enterrar la verdad, buscó venganza en la Frontera Sur, aliándose con el Reino del Desierto para lograrlo.

El tratado se firmó apresuradamente en la Ciudad de Galopada de Ciervo, por lo que Sophia obtuvo el mayor mérito. No tenía idea de la verdadera identidad del joven oficial ni de las consecuencias de sus acciones.

No es de extrañar que los agentes del Oeste hubieran asaltado la Mansión del Marqués del Norte con tanta ferocidad.

Sophia…

Ava contuvo la amargura, el sabor metálico de la sangre llenando su boca. El Señor del Ártico instaba a la paciencia, subrayando la importancia del panorama general. Por ahora, los eventos en el Paso del Cielo Verde debían permanecer enterrados.

Lo entendía, incluso cuando la injusticia amenazaba con consumirla. Tenía que soportar, por su bien, por el bien de su abuelo.

El Oeste buscaba venganza, pero la ocultaban en las sombras, su dolor enmascarado por una furia justa. Y Sophia, sin saberlo, se había convertido en su instrumento de sufrimiento. Sin ella, la Legión de la Guardia Helada habría arrasado la Ciudad de la Luna Azul y el Pueblo de la Flor de Loto Carmesí como una tormenta invernal.

¿Cuántas más vidas se sacrificarían por esta venganza oculta? La pregunta resonaba en el corazón de Ava, una premonición escalofriante de las batallas por venir.

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