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Capítulo 51 No tuve más remedio que pedirte ayuda

La primera nevada fue breve, un indicio de invierno que se derritió en menos de dos horas.

Ava, vestida con su habitual blanco, entró en la sala de recepción. Desde su regreso a la Mansión del Duque, había llevado el color del luto, que se había convertido en su escudo, un tributo a sus padres y un recordatorio de su ausencia.

Sus pasos eran firmes, mostrando la compostura que había ganado en la Mansión del General. —Madison, me alegra verte —saludó con una cálida sonrisa, asintiendo respetuosamente a Abigail.

Madison se levantó y tomó las manos de Ava, sintiendo alivio al ver el saludable resplandor de Ava, libre de la opresiva atmósfera de la Mansión del General.

—Ava —dijo, con la voz cargada de emoción—, ¿de verdad estás bien?

—No te preocupes, Madison —reafirmó Ava, guiándola de vuelta a su asiento—. ¿Cómo estás tú?

—Estoy bien —respondió Madison, sintiéndose mejor al ver a Ava tan serena, sin verse afectada por las noticias del matrimonio de Ethan y Sophia.

—Ava —comenzó Abigail, con la voz tensa—, la verdad es que...

—No hay prisa, Abigail —interrumpió Madison, con un tono frío pero amable—. Mia no está en peligro inmediato. Déjame hablar con Ava un momento.

Ava percibió la tensión y entendió. La enfermedad de Mia había empeorado, la única razón por la que Abigail la buscaría.

Ignorando la interrupción de Abigail, Ava se volvió de nuevo hacia Madison.

Las manos de Madison descansaban en su regazo, sus dedos jugueteando con el borde de piel de su bata azul, un regalo de Ava. —No dejes que los chismes te molesten —aconsejó Madison suavemente—. La gente olvida rápido. Sus palabras no significan nada.

—Sus palabras no me importan —respondió Ava con calma—. No me importa lo que digan.

Madison se sintió aliviada, reconfortada por el bienestar de Ava. Lo que Abigail tuviera que decir podía esperar.

Ava notó los labios agrietados de Abigail, una señal de esfuerzo frenético en el frío.

—Dime, Abigail —le instó suavemente.

La voz de Abigail temblaba. —Es Mia. Su enfermedad ha empeorado. Esta mañana se desmayó en un ataque de ira. El doctor dice que necesita el Elixir de Niebla Púrpura o no sobrevivirá. Vine a rogarte, Ava. Por favor, habla con el Dr. Brown por nosotros.

Las lágrimas llenaron los ojos de Abigail. —Sé que es mucho pedir, pero Mia amenazó con echarme si no consigo el elixir. He servido a su familia durante cuatro años. Mi hija... ella es todo lo que tengo. Mia podría despedirme con una palabra, acusarme de desobediencia, y no tendría ningún recurso. No tenía a dónde más acudir.

—¿Se desmayó? —Ava frunció el ceño, recordando la reciente dosis del elixir de Mia. Incluso con una recaída, no debería ser tan grave—. ¿Qué está causando este repentino deterioro?

El rostro de Abigail se torció de ira. —Es por la boda de Ethan y Sophia de ayer...

Se detuvo, dándose cuenta de su error, llevándose la mano a la boca.

Ava permaneció impasible. Recordaba vagamente que era finales de octubre, pero la fecha exacta no le importaba.

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