El sol poniente pintaba el cielo con tonos de rojo y dorado.
Una voz rompió la calma. —¡Señora Ava James, la señora Mia James quiere verla!
—Es Isabella, del lado de tu suegra —susurró Emma, sonando preocupada—. Probablemente está aquí por el señor James y esta... Sophia.
Ava se enderezó, manteniendo su rostro neutral. —Vamos.
La Mansión del General, que una vez fue un símbolo de prestigio, era un regalo del antiguo Emperador al abuelo de Ethan. Ahora, insinuaba una gloria pasada.
La mayoría de los hombres de la familia James pasaron sus vidas en el campo de batalla, dejando a pocos para manejar la política de la corte. El padre de Ethan, Aiden, no logró mucho en su papel, y su tío, Liam, tenía una posición menor en la Guardia Central. Solo Ethan y su hermano mayor, Noah, tenían alguna habilidad militar real, y aun así, solo eran generales de Cuarto nivel antes de su reciente victoria.
Ava, con Emma a su lado, llegó a las habitaciones de Mia James. Su suegra, luciendo algo mejor, se reclinaba contra almohadas con una sonrisa delgada. —Ah, Ava, estás aquí.
Ava se saltó las formalidades. —Madre, ¿conoció a Sophia hoy?
La habitación, llena con el hermano de Ethan, Noah, y su esposa Abigail, su hermana Emily, y varios niños de diversas concubinas, quedó en silencio. Emily parecía disfrutar de la tensión, con una sonrisa burlona en su rostro. La esposa de Liam, Madison, se sentaba rígida, luciendo despectiva.
Mia vaciló, sorprendida. Con la familia presente, no podía mostrar debilidad. —Ava —la reprendió—, ¿dónde están tus modales? Ni siquiera has saludado a tus mayores. Sé que estás molesta, pero debes mantener la compostura.
Ava se mantuvo firme, su mirada fija. —Madre, si Ethan va a casarse con Sophia, entonces ellos son la verdadera pareja de esta casa —su voz era tranquila pero firme—. Y yo, como la primera esposa, debería hacerme a un lado.
La compostura de Mia se resquebrajó. Esto no era lo que esperaba. Pensó que Ava lloraría o tendría un arrebato dramático, algo que podría manipular fácilmente con consuelo vacío y promesas. La calma de Ava la desconcertó.
—Ava, estás dejando que tus emociones te dominen —dijo Mia, haciendo un gesto para que Ava se acercara—. Sé que ha sido difícil, pero el regreso de Ethan debería ser un consuelo. Este último año ha sido duro, especialmente con la situación de tu familia. Eres la última de la línea del Marqués del Norte. Pero ahora estás a salvo con nosotros.
—En cuanto a Sophia, ella es una funcionaria de la corte y no puede ser solo una concubina. Ethan, siendo considerado, le está ofreciendo una posición como esposa igual. Deberías estar agradecida por su amabilidad.
Las palabras de Mia estaban cargadas de manipulación. Señaló la vulnerabilidad de Ava y su falta de apoyo, recordándole sutilmente que ahora dependía de la familia James. Torció la traición de Ethan en un acto de bondad, haciéndolo parecer un favor para Ava.
Ava permaneció en silencio, su rostro inescrutable. Mia, pensando que Ava estaba cediendo, continuó. —Este matrimonio es un decreto real. No tenemos más remedio que aceptarlo. Con el tiempo, Sophia y Ethan ganarán grandes honores militares, y tú, querida, manejarás esta casa, beneficiándote de su éxito. ¿No es un pensamiento agradable?
—Como dijiste —habló finalmente Ava, su voz plana—. Ellos son la verdadera pareja. Sus logros no tienen nada que ver conmigo.
Mia se irritó. —¿Cómo puedes decir eso? Sigues siendo la anfitriona de esta casa, responsable de su gestión.
—Abigail se ha recuperado bien —respondió Ava, mirando a su cuñada—. Ella es más que capaz de hacerse cargo.
Continuó, su voz firme. —Mi gestión de la casa siempre fue temporal. Es hora de que entregue esas responsabilidades a Abigail.
—Mañana —declaró—. Entregaré los libros de cuentas.
Abigail, desconcertada, balbuceó. —Yo... no podría hacerlo. No estoy completamente recuperada, y todos han estado satisfechos con tu gestión este último año. Deberías continuar.
La verdad no dicha colgaba pesada en el aire. La familia James apenas se mantenía a flote, mantenida viva por la dote de Ava. La vida de Mia dependía de medicinas caras, del tipo que incluso la familia real luchaba por conseguir. Y todos sabían quién pagaba por ellas.
Solo Ava podía evitar que esta familia se hundiera.
—¡Ava! —la voz de Mia, aguda con pánico, cortó la habitación.