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Capítulo 111 Retiro

Brandon y Caleb se encontraban en su punto de observación, contemplando el caos abajo. La ciudad de Loto Carmesí era una escena de muerte, con cuerpos de la Capital Occidental y del Reino del Desierto. La sangre manchaba los adoquines de rojo.

La mayoría de los muertos eran de la Capital Occidental y del Reino del Desierto. La guerra de asedio era brutal, exigiendo más valor que tácticas.

Caleb sabía que tenían que retirarse. Abandonarían la Frontera Sur y retrocederían a la ciudad de Loto Carmesí, dándose cuenta de que la Capital Occidental no estaba allí para ayudar, sino para buscar venganza contra los soldados de Valoria.

En el centro de esta vendetta estaba Sophia.

Caleb estaba furioso. Sin la interferencia de la Capital Occidental, podrían haberse retirado antes, salvando a muchos soldados.

—Si la venganza es todo lo que quieres —escupió Caleb—, ¿por qué no matar a todos en la ciudad?

Había oído hablar de la masacre en el Paso del Cielo Verde, un pueblo destruido, su gente masacrada. Entendía el odio de Brandon hacia Valoria.

Los ojos de Brandon ardían, pero su voz era calmada. —La guerra destruye a los inocentes. Matar civiles, incluso enemigos, no es mejor que la barbarie contra la que luchamos.

Caleb vio caer a más de sus soldados, su sangre empapando el suelo. Ya no había más tácticas para salvarlos.

—Qué palabras tan nobles —se burló Caleb, su rostro enrojecido por el viento—. Matan a tu gente y tú muestras misericordia a los suyos. Me das asco.

—Un verdadero guerrero odia la guerra —respondió Brandon, mirando el cielo lleno de nieve—. Mira, Caleb, está nevando. Esta batalla ha terminado. Salva a tus hombres. Retírate.

—¿Y tu sed de venganza está satisfecha? —preguntó Caleb—. ¿Tu objetivo está muerto?

Brandon sonrió fríamente, señalando a la vanguardia que se acercaba. —¿Matar? No. La muerte es demasiado misericordiosa.

El soldado líder, con la armadura manchada de rojo, se acercó con una sonrisa, saludando. —Mariscal, tenemos dieciocho prisioneros. El resto está... atendido.

Brandon atrapó un copo de nieve, observando cómo se derretía en su mano. Sus ojos ardían con determinación. —Emite la orden. La Capital Occidental se retira de la ciudad de Loto Carmesí.

Le dio una palmada en el hombro a Caleb. —Retírate, General. Has sacrificado suficiente. El Señor del Ártico no será derrotado en su propio suelo.

Los labios de Caleb se tensaron. —Nunca debiste haber venido —siseó, apuntando su espada al pecho de Brandon—. Nos diste esperanza, solo para dejarnos morir aquí.

Brandon desvió la espada sin esfuerzo. —Has estado perdiendo esta guerra durante años, agotando tu reino. Nuestro rey te ofreció tres millones de Bullion Lunar, cien mil fanegas de grano, por este campo de batalla. Financiamos nuestros propios ejércitos. ¿Quién realmente se benefició de esta alianza?

La espada de Caleb se mantuvo firme. —¿Cuántos civiles de tu reino masacraron? ¿Es esta la venganza que querías? Apenas has matado a unos pocos miles de la Legión de la Guardia Helada en la ciudad de Luna Azul. Incluso con la victoria de hoy, no llegará a diez mil. Por diez mil vidas y los dieciocho que capturaste, has perdido incontables vidas. No lo entiendo.

Diez mil enemigos muertos, al costo de decenas de miles de vidas de la Capital Occidental y riquezas incalculables. Una victoria pírrica, impulsada por el odio. ¿Por qué no atacar directamente el Paso del Cielo Verde?

Brandon no ofreció ninguna explicación, solo un saludo breve. —Adiós.

El cuerno de retirada resonó, señalando la retirada de la Capital Occidental.

Caleb, sin esperanza, bajó su espada. Vio a sus hombres caer ante la implacable Legión de la Guardia Helada. Su ferocidad era aterradora, su hambre de victoria insaciable.

Con el corazón pesado, dio la orden. —Retírense de la ciudad de Loto Carmesí.

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