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138. No es tu culpa.

—¡Espera! ¡No!

—¡Nate!— Estaba justo contra esa puerta en un segundo, mis manos golpeándola mientras gritaba su nombre. Se lo llevaron. Nos encerraron aquí y se lo llevaron.

—¡Nate!

—¡Por favor!— Mi voz temblaba mientras el pánico comenzaba a aumentar dentro de mí. ¿Y si lo castigaban de nuevo por m...