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Habían pasado tres meses desde que Megan me dejó y todavía no podía entender por qué. Tenía un vacío en el pecho, un vacío que Megan solía llenar, pero ahora solo estaba vacío. No había estallado ni roto nada. Había ido a casa, empacado toda su ropa y la había guardado en el sótano.

Su teléfono iba...