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Capítulo setenta y cinco

AMELIA

Me crují los nudillos, me puse un delantal pero me detuve. Alguien estaba detrás de mí. Me giré para ver a Molly mirándome con sorpresa. Tenía una expresión extraña en su rostro, pero le sonreí.

—Buenos días, señora —dijo—. Querrá desayunar. Empezaré a prepararlo.

Ella comenzó a moverse ha...