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Capítulo setenta y dos

DAMIAN

—¿Y por qué nunca puedes darme un consejo práctico? —le solté a Anton.

Abrió la boca, la cerró, y la volvió a abrir—. ¿Cómo se supone que haga eso si aún no me has dicho cuál es el problema? No soy un mago. Tampoco soy un lector de mentes.

Después de reflexionar un momento, me di cuenta de...