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Capítulo cincuenta y cuatro

AMELIA

—Necesitamos hablar —dije con tristeza.

—¿Suena serio? —dijo Damian, arqueando una ceja.

Le hice un gesto impaciente para que se sentara y me hundí en una silla yo misma. Había venido directamente de la panadería. No tenía sentido quedarme allí. No podía concentrarme de todos modos.

—¿Qué...