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Capítulo cincuenta y uno

AMELIA

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —exclamé repetidamente en cuanto me di cuenta de lo que había hecho.

Mi mente estaba en un torbellino mientras trataba de recordar los efectos secundarios de recibir un chorro de gas pimienta directamente en los ojos. Cómo desearía haber usado el táser en su luga...