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Capítulo cuarenta y cinco

AMELIA

Estaba mirando la pantalla de mi computadora, navegando por internet y anotando los precios de algunos artículos que deseaba comprar cuando Rose, la gerente de mi panadería, me llamó.

—¿Hola? —contesté el teléfono con entusiasmo.

—Señora —jadeó y tragó audiblemente. Me senté erguida de inm...