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Capítulo 242

El pueblo costero me dio algo que ni siquiera sabía que necesitaba, paz. No había sirenas resonando a lo lejos. No había abogados ni periodistas llamándome sin parar. Solo el relajante sonido de las olas encontrándose con la orilla y la cálida mano de Anton envuelta suavemente alrededor de la mía.

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