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Capítulo ciento cincuenta y uno

AMELIA

Me senté en la rígida silla del hospital, con la mirada fija en Amelia. Ella yacía en la cama, y parecía tranquila y serena; de hecho, incluso tenía una sonrisa en el rostro.

En contraste conmigo, por otro lado. Tenía una tormenta de nervios revolviéndose dentro de mí, mis dedos tamborileab...