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Capítulo ciento diecinueve

DAMIAN

Luché desesperadamente contra el impulso de moverme inquieto. ¡No era un niño de cuatro años que había hecho algo malo y que había sido llevado a la oficina del director, por el amor de Dios!

Myra, que sonreía mientras miraba la tarjeta que le estaba entregando, ciertamente no era una d...