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Mi cruel compañero. 25

—¿Por qué pensaría eso? —pregunté.

—No sé por qué los niños piensan lo que piensan —dijo él, y suspiré ante su tono duro.

—Hablaré con ella mañana —dije, y él me agarró la mano, provocando un cosquilleo, pero no la soltó.

—Sígueme —necesitaba dormir desesperadamente, pero lo seguí en silencio has...